La tómbola de la salud
Lunes 22 de Febrero de 2010
Ya lo decí­a Plutarco hace más de veinte siglos: \"El desequilibrio entre ricos y pobres es la enfermedad más antigua y fatal de las repúblicas\".

Basta una recorrida después de medianoche por las calles de Buenos Aires para que las figuras fantasmales de los personajes de la noche -hombres de ojos vací­os, jóvenes enjutos que duermen a la intemperie y chicos descalzos que, en la oscuridad, cuando deberí­an estar cobijados y durmiendo, extienden la mano a los automovilistas- ilustren la dolorosa vigencia de esta realidad. Pero un nuevo estudio británico dirigido por sir Michael Marmot demuestra que, en el campo de la salud, la sabidurí­a del escritor e historiador griego puede aplicarse literalmente: según el destacado sanitarista, las desigualdades sociales son peores para la salud pública que la falta de infraestructura médica.

Marmot es bien conocido por sus trabajos que analizan cómo la inequidad social se traduce en la salud, la calidad y la expectativa de vida. En los años 80, mostró que los funcionarios públicos de su paí­s tení­an mayor riesgo de infarto a medida que su tarea se deslizaba hacia escalones más bajos de la jerarquí­a laboral. \"Esto no quiere decir que todo se resuelva con el dinero -escribió hace un tiempo, en una nota para New Scientist- . [...] La salud de la población puede no mejorar a menos que los ingresos se utilicen y distribuyan sabiamente para promover la igualdad en los determinantes de la salud: educación, empleo, satisfacción de las necesidades básicas e igualdad de género.\"

En su nuevo estudio, utiliza datos del censo para mostrar que, incluso si uno excluye al 5% que se encuentra al tope y al final de la escala social, los más ricos entre los que quedan tienen una expectativa de vida 6 años mayor que los más pobres, y estarán libres de discapacidad durante 13 años más.

Peor aún: el sino de esta inequidad quedarí­a sellado desde muy temprano. Otro trabajo en 17.200 bebes controlados desde que nacieron, en la misma semana de abril de 1970, mostró que los que tení­an bajo cociente intelectual a los 22 meses, pero habí­an nacido en familias más ricas y mejor educadas, alcanzaban a los seis años a los que habí­an comenzado su vida con un cociente intelectual más alto, pero cuyos padres eran más pobres o menos educados. A los diez, los chicos del grupo socioeconómico más bajo iba quedando cada vez más atrás en los tests de inteligencia...

¡Qué tómbola maldita la de la desigualdad social! Pero queda un consuelo: si el impacto del medio ambiente social es más importante que el de la naturaleza, sólo hay que ponerse manos a la obra.
Por Nora Bí¤r "“ Diario La Nación
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