La diputada Graciela Iturraspe confía en la sanción del 82% móvil
Viernes 01 de Junio de 2012

Estamos trabajando por el 82% móvil. Este es el borrador que está por presentar la Diputada Iturraspe

Borrador de fundamentos para ley 82% para salud

La larga década neoliberal de los noventa, tras sucesivas reformas sectoriales, ha dejado un legado muy difícil de revertir: precariedad laboral, bajos salarios, descalificación profesional, incumplimiento de las carreras, desinterés por los recursos humanos, gestión arbitraria, injusticias laborales, incumplimientos legales, reducción presupuestaria, desinversión, deterioro de instrumentos e infraestructura hospitalaria, etc. (Galín, 2002; Belmartino, 2005; Ugalde & Homedes, 2005) Además, la crisis social producida en aquella época, ha impactado de manera directa sobre el equipo de trabajadores de la salud a través del cambio cuantitativo, incremento de la población atendida, y cualitativo de la demanda, la aparición de problemáticas sociales que no pueden ser resueltas desde la intervención clínica (Brito Quintana 2000, Belmartino, 2002

Si duda uno de los aspectos más negativos heredados por los trabajadores de la salud ha sido su régimen jubilatorio en el orden de la administración central y de las 13 cajas provinciales transferidas a la Nación como parte de las nefastas reformas de Menem y Cavallo.

Los trabajadores de salud afectados son más de 20.000 y el porcentaje de su haber previsional está hoy, en promedio, en un 40% o menos en comparación con los activos de igual categoría y función.

La injusticia se agrava en tanto y en cuanto la actividad del cuidado presenta una serie de complejidades que llevan a un desgaste prematuro de los trabajadores, desgaste no reconocido por la legislación vigente.

En los fundamentos de este proyecto reparativo hacemos hincapié en esta condición.

 

 

 

La organización hospitalaria y de los Centros de APS es de una gran complejidad (Minzberg, 1984) y la provisión de recursos técnicos y humanos, así como la estandarización de las actividades y las funciones de los recursos humanos se encuentran altamente regularizados. Por una parte, existen una gran variedad de categorías ocupacionales, en su mayoría con niveles de formación elevados. La heterogeneidad ocupacional es amplia: médicos según sus diversas variantes formativas y de carrera profesional (residentes, servicios varios, jefaturas, etc.), enfermería (licenciados/as, auxiliares, etc.), administrativos/as, servicios varios (mucamas, comidas, lavaderos, limpieza, mantenimiento, etc.), ambulancias, técnicos laboratorios, radiología, etc. (OPS)

 

El nivel salarial entre estos trabajadores/as resulta siempre bajo e insuficiente para las expectativas de un colectivo con una formación altamente especializada y con desempeños que requieren una gran responsabilidad. Se señalan, también, el exceso de horas de trabajo, particularmente en algunas categorías laborales, con guardias prolongadas, trabajo nocturno, etc. En muchos casos se considera que se trabaja con una demanda muy alta, con bajo control por parte de algunos colectivos, y bajo condiciones de trabajo que no permiten generar las respuestas adecuadas a los pacientes (Lavoie-Tremblay, 2008).

 

La precariedad laboral es un rasgo que ha caracterizado las relaciones de empleo en el sector durante los últimos años: contratos temporales, sin beneficios sociales, bajos salarios y desprotección social. Los problemas derivados de la carga física del trabajo, que tradicionalmente afectaba a este colectivo, hoy día podrían verse agravados por estas situaciones; de manera especial entre las mucamas, enfermeras, personal de mantenimiento y limpieza.

 

La presencia de riesgos laborales vinculados a la seguridad e higiene es una constante del sector, y su variedad es tal, que lo sitúa como una de las actividades laborales más complejas y desafiantes para la gestión de los riesgos del trabajo. Para mencionar sólo algunos de éstos: accidentes cortopunzantes en ocupaciones tan diversas como mucamas, enfermeras, personal de limpieza, médicos, químicos y bioquímicos; riesgos en esterilización por procedimientos, sistemas de ventilación ante la presencia de sustancias cancerígenas como el óxido de etileno; los riesgos en laboratorios ante diversas sustancias químicas y biológicas; la gestión de residuos; quirófanos; radiaciones ionizantes; y por supuesto los riesgos biológicos propios del proceso de atención clínica. Los daños y efectos que genera el trabajo entre el colectivo de trabajadores de la salud, también han sido documentados: accidentes de trabajo y enfermedades profesionales; enfermedades relacionadas con el trabajo; estrés y problemas de salud mental; satisfacción; problemas en las relaciones sociales y familiares; incluso hasta dificultades de sociabilidad (Barboza, Milbrath et al., 2008; Pilgard, Söderfeldt, et al., 2008; Sakata, Wada, et al., 2008; Viviers, Lachance, et al., 2008; Bonet-Porqueras, Moliné-Pallares, et al., 2009; Chow, Rayment, et al. 2009; Johnson 2009; Kapucu, Akkus et al., 2009; Von Guttenberg & Spickett, 2009).

 

 

La insalubridad no puede admitirse como parte del trabajo, como si fuera una consecuencia no deseada del mismo. Este enfoque responde a una visión donde el trabajo conlleva riesgos y en la cual el trabajador o trabajadora sólo tiene derechos de resarcimiento ante el daño eventualmente producido. Es una concepción previa a cualquier idea de prevención. El derecho al trabajo, hoy día, es un derecho a un trabajo digno, seguro y saludable (OIT), por lo que no deberían aceptarse condiciones de insalubridad por más que la tarea pudiera considerarse desagradable, agotadora, penosa o peligrosa.

 

 

No existen trabajos insalubres sino condiciones de trabajo insalubres. Y como tales, deben modificarse. La insalubridad debe ser el punto de partida para la tarea por alcanzar condiciones de trabajo seguras y saludables.

El desgaste profesional que ocasiona la producción del cuidado es una realizad conocida por todos los trabajadores y trabajadoras del sector de la salud. El desgaste se vive, se padece, se aguanta, se disimula, se calla… El desgaste profesional es una problemática de salud laboral específica del trabajo asistencial, sin embargo, no se ajusta a las barreras legales de causalidad propias de las contingencias tradicionales del accidente de trabajo o la enfermedad profesional. Pero ello no es motivo suficiente para seguir viviendo, padeciendo, aguantando, disimulando y callando, un problema de salud que no sólo refiere al drama individual de las personas que lo padecen, sino que debe considerarse en toda su amplitud institucional con sus consecuencias sobre la calidad de la atención. Introducir el desgaste profesional de los trabajadores y trabajadoras de la salud en la consideración de la política preventiva es continuar haciendo digno el trabajo en los hospitales públicos.

 

 

 

 

El trabajo es uno de los determinantes sociales de la salud de mayor impacto sobre el proceso salud-enfermedad de la población. Desde hace muchos años que los estudios epidemiológicos han podido demostrar la relevancia del trabajo para explicar los perfiles de morbi-mortalidad diferenciales entre clases sociales, estratos socioeconómicos, categorías ocupacionales o grupos profesionales (Laurell, Navarro, Muntaner). Asimismo, muchas enfermedades individuales han podido asociarse a exposiciones de riesgos laborales de diverso tipo; tan variado es el espectro de factores de riesgo como los perfiles de morbilidad estudiados (Noriega, Quinlan, Muntaner). La fecunda evidencia que ha producido la epidemiología laboral pone de relieve, por un lado, la compleja interacción de los factores de riego presentes en los diversos procesos de trabajo y, por otro, las consecuencias sobre el estado de salud de los trabajadores muchas veces sobre perfiles de enfermedad inespecíficos en términos de patologías laborales.

 

A pesar de tanta evidencia acumulada, la salud laboral aún continúa atrapada en los marcos legales que requieren especificidad en la exposición y en la enfermedad (Rodriguez). La lógica indemnizatoria continúa siendo predominante en la mayoría de los sistemas de protección social ante contingencias laborales, y nuestro país no es una excepción.

Existen algunos antecedentes que se podrían considerar. Por ejemplo, el trabajo de los mineros posee una regulación en materia de seguridad social que facilita el retiro anticipado a los años; o el trabajo en la construcción donde la jubilación anticipada está prevista a partir de los años de edad. Según estos antecedentes, parecería que es razonable aceptar que ciertas actividades laborales ya no se pueden desarrollar a determinadas edades por el esfuerzo físico que conlleva. Otro antecedente que se puede mencionar es el caso de los docentes, donde no sólo se contemplan las cargas físicas sino mentales del trabajo, razón por la cual se brinda la posibilidad de que el sistema previsional contemple el retiro anticipado. En estos casos, que son de gran interés, pareciera que la visión, predominantemente médica, entiende el desgaste laboral bajo la forma del envejecimiento o, eventualmente, como enfermedad, otorgándole un contenido natural, como fenómenos meramente biológicos. (Laurell & Márquez, 1983: p9). Sin embargo, el desgaste laboral se produce en la manera como se relacionan los sujetos a través de las actividades laborales que realizan con los objetos y la tecnología. El desgaste laboral es un proceso que se desarrolla a lo largo de la vida como resultado de las formas específicas de trabajar y vivir en sociedad (Laurell & Márquez, 1983: p90).

 

 

 

El colectivo de trabajadores/as de la salud es uno de los grupos ocupacionales sobre el cual se conocen exhaustivamente tanto sus exposiciones laborales, como las eventuales consecuencias sobre la salud (OIT, OMS)

En apretada síntesis, podemos mencionar que los trabajadores/as de la salud:

- poseen la especificidad de exponerse a una gran variedad de factores de riesgo (se pueden identificar factores pertenecientes a todos los grupos de riesgo) que resultan ser elementos constitutivos del proceso de trabajo (ni secundarios, ni accesorios);

- requieren de habilidades y conocimientos relacionales necesarios (no siempre disponibles) para la producción del cuidado de los enfermos con un alto componente afectivo y psíquico;

- realizan un trabajo cuyo resultado final no puede ser anticipado, ya que posee una gran dependencia del momento en el que se ejecuta, ni revisado, ya que se agota al momento de consustanciarse;

- encuentran que la eficacia de su trabajo se manifiesta en contextos relacionales complejos en los que intervienen un conjunto de expectativas y condicionantes que se sitúan fuera de su alcance o control;

- depositarios de una alta atención comunitaria en relación a los resultados de su trabajo, encuentran dificultoso alcanzar y sostener un reconocimiento laboral equilibrado en situaciones de expectativas sociales crecientes;

- se desempeñan en instituciones de una alta complejidad organizacional y realizan tareas que requieren de una gran coordinación entre diferentes grupos ocupacionales y profesionales.

 

Estas características conceptuales (ni siquiera históricas contextuales) del proceso de producción del cuidado ponen de relieve la complejidad del proceso de trabajo y destacan las posibles cargas laborales sobre el proceso salud-enfermedad. El desarrollo de la profesión o actividades ocupacionales con estas características a lo largo de toda una vida laboral, sin dudas tiene repercusiones sobre la salud y las capacidades psicofísicas de los trabajadores/as.

 

En el apartado anterior se ha mencionado que muchos autores sostienen que uno de los elementos más relevantes que explican los procesos de desgaste laboral es el estrés o tensión nerviosa. La epidemiología laboral hace ya algunas décadas que está generando un cúmulo de evidencias respecto a los componentes psicosociales de la organización del trabajo y su incidencia sobre el estrés (Karasek & Theorell, 1990; Siegriest; Moncada). Los estudios referidos al estrés laboral crónico, que supone para el trabajador/a un agotamiento físico, emocional y cognitivo, también se han generalizado en los últimos años; muchos de ellos se concentran en el estrés crónico de los trabajadores asistenciales, particularmente en los del sector salud. Este problema aparece en la bibliografía científica bajo múltiples denominaciones, por ejemplo, en una amplia revisión bibliográfica que tomamos como base para la elaboración de este documento, (Gil Monte, 2003) se identificaron al menos diecinueve denominaciones diferentes en la literatura para referirse al mismo fenómeno. El concepto de desgaste profesional, en tanto descripción del estrés crónico, es un proceso progresivo y dinámico que se desarrolla en la vida laboral de los trabajadores de la salud. Y se considera como desgaste laboral o profesional, debido a que es el resultado de una exposición prolongada a riesgos psicosociales del trabajo. En consecuencia, es conveniente realizar una breve descripción de los marcos conceptuales que han dado visibilidad al problema del desgaste profesional.

 

 

2.2.1. Antecedentes conceptuales

 

En 1977, Cristina Maslach, usó el término burnout para describir una situación que se producía entre los trabajadores de los servicios humanos, consistente en el hecho de que, después de años de trabajo y dedicación, terminaban agotándose emocionalmente. En sucesivos trabajos, a lo largo de la década de los años ochenta, consolida una de las definiciones mayoritariamente utilizada en las aproximaciones científicas a este tema, considerando el constructo como una respuesta inadecuada a un estrés laboral crónico, caracterizada por una sensación de agotamiento emocional, una actitud fría, cínica y despersonalizada en la relación con los destinatarios de su trabajo y un sentimiento de inadecuación para las tareas que se ha de realizar. La operacionalización de esta conceptualización a través del Maslach Burnout Inventory (MBI) (Maslach & Jackson, 1986) ha sido determinante para el estudio de esta realidad, siendo una de las metodologías más utilizada en diversos países. En esta conceptualización se define el burnout en torno a tres conceptos: agotamiento o cansancio emocional (se experimenta la vivencia de encontrarse emocionalmente agotado debido al contacto diario y mantenido con personas a las que hay que atender y sentimientos de no poder dar más de sí en el ámbito afectivo); despersonalización (se desarrollan actitudes y sentimientos negativos hacia las personas con las que trabaja, se las ve de forma deshumanizada debido a un endurecimiento afectivo que puede llegar a culpabilizarles de sus problemas y falta de realización personal (tendencia a evaluarse negativamente especialmente en torno a las propias habilidades laborales y a su relación con las personas que atienden). Resulta ser una perspectiva con el foco de atención en el síndrome propiamente dicho, teniendo el enfoque su centralidad en los individuos.

 

 

 

2.2.2. El desgaste como estrés laboral crónico

 

En la actualidad se propone un modelo de análisis del desgaste profesional como un proceso vinculado a situaciones de estrés crónico (Moreno-Jimenez et al. 1997). En algunos casos se incluye el desgaste profesional en un proceso más amplio del estrés laboral (Gil-Monte, 2003). La perspectiva procesual considera necesario no sólo el análisis del síndrome, sino también los antecedentes que proceden de la actividad, organización y marco social que afecta a la población estudiada. A su vez, el estudio del proceso debe incidir también el análisis de los consecuentes de este desgaste, tanto para la salud física y emocional del profesional como en lo referente a las consecuencias sociolaborales a que pueda dar lugar.

 

El estrés, desde esta teoría, no ocurre como un hecho aislado, sino que es un proceso en el que existen ciclos de pérdida de recursos. Hay tres tipos de recursos que se poseen individualmente (físicos, emocionales y cognitivos), que se relacionan entre sí y que, tras un estrés crónico, derivan en fatiga física, agotamiento emocional y cansancio cognitivo. El desgaste profesional se equipara así a una espiral de pérdida de recursos (Shirom, 1989; Melamed, Kushnir & Shirom, 1992; Hobfoll & Shirom, 2000).

Las reformas neoliberales aplicadas en los años noventa en el sector público de la salud, que incluyeron políticas de desregulación, privatizaciones, desestatización, descentralización, subcontratación, mercantilización, entre otras, tuvieron fuertes implicancias sobre la calidad del servicio público de salud, así como sobre el empleo y las relaciones laborales del sector (Novick y Galín?; Belmartino, 2005).

Otra dimensión que da cuenta de la flexibilización del empleo es el sobreempleo sectorial explicado principalmente por los profesionales. Mientras que la cuarta parte de todo el personal del sector cumple jornadas superiores a las 48 horas semanales, dato que no difiere del conjunto de la PEA, entre los profesionales el sobreempleo es considerablemente superior: más de una cuarta parte de los médicos trabaja jornadas que superan las 60 horas semanales.

 

 

 

La creación de un régimen previsional diferenciado para este colectivo laboral es una necesidad imperiosa para las actuales regulaciones del trabajo. El proyecto que aquí presentamos se complementa con el reconocimiento retroactivo de las especificidades aludidas como fundamento adicional para reconocer un haber jubilatorio que contemple una efectiva tasa de sustitución del salario activo.

Sin perjuicio de seguir sosteniendo que este derecho cabe al conjunto de los trabajadores jubilados, no es menos cierto que vemos en este proyecto referido a un colectivo laboral afectado por una morbimortalidad diferencial como un camino idóneo hacia la universalización del derecho.

Lectura complementaria

http://www.laverdadonline.com/detallenoti.php?recordID=8141

http://www.eolonline.com.ar/home/la-plata-para-el-82-movil-esta-dijo-graciela-iturraspe/

http://www.hoymercedes.com.ar/principal/2012/05/29/iturraspe-hoy-nadie-se-quiere-jubilar-porque-la-jubilacion-es-una-condena/

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